En la alfombra tejida con cada suspiro…
de tus labios entreabiertos, escapa un dulce susurro llamando a un nigromante que espera escuchar su nombre, fumando una pipa de mil años con un abrigo negro largo que arrastra por el infierno. Infierno negro bosque de espíritus oscuros, preguntas para las ánimas errantes-de cómo encontrar cálida paz, de cómo escapar de las garras de la desdicha, de dónde serenar la difusa realidad, de donde apaciguar la salvaje y a veces ácida verdad-su hálito es gélida niebla del inframundo donde los tiempos se cuentan por futuros pasados, las vagas respuestas atraviesan nuestros cuerpos como un bisturí y su sonrisa hiela hasta a los difuntos.
Te espero reclinado con mi cabeza en las nubes y torna la mañana raíles de suave luz -rojo, naranja, amarillo noviembre- y las respuestas siguen siendo vagas, gélidas. Sobre la alfombra nos decidimos a recorrer el camino inverso, para sobrevolar de una pradera perdida en la terrible inmensidad de la Nada mientras pienso en el frío luminoso, en el frío razonable, en el frío nigromante que dibuja mañanas de hielo en sus respuestas, mientras la escarcha empieza a congelar nuestras emociones.
Cuando empezó a perder sentido hablar cuando las palabras se borraron y son susurros entrecortados, frases a media voz, una voz llama ahora al druida de aquel arraigado bosque, al brujo que vive en la choza del miedo, derruida, abatida consciencia, miedo magia negra. Cabalgas con el recuerdo encogido para no chocar contra las ramas de unos árboles que parecen tener horrendos rostros y nuestro cuerpo es sacudido por las ráfagas de puro pavor vencidos por el hielo y el miedo.
No, no son las visiones del chamán son las manos de un bosque animal, de un bosque salvaje que reclama una vida para su sacrificio, para hundirse en el letargo del hielo, le ofrezco mi cuerpo y no es suficiente, le ofrezco una gota de sangre y me reclama un océano, nunca es suficiente, Me enfrento al canto gutural del chamán porque aún tengo esta alegría contagiosa como un virus mutando en mi interior y mostrándose orgullosa en mi sonrisa y le hablo al bosque de tus ojos de luna llena mientras canto nanas a los lobos que aúllan allí en la distancia, sobre aquella ladera en un saliente de roca pendido de las nubes, mirando desde la distancia la llamada y solo se escucha el canto del chamán.
Construyó una v doble, con versos de fondo e intento redactar una oda a la noche entre la oscura melodía de un sintetizador, aquella línea de bajo, nos lleva, nos dejamos llevar, sobre la alfombra lejos, lejos, lejos nos atrae como el intenso ardor de un dulce compás que escapa llamándonos y bailamos, bailamos al son de una felicidad que no nos pertenece que podemos abrazar, sólo, cuando estamos juntos, únicamente cuando bailamos juntos, cuando escuchamos esa voz al unísono es latir de gea que me quema, arde desde dentro de nuestros cuerpos calibrada para volar por encima del teclado y clavo arrogante las teclas como si martilleara una campana para llamar a orar por la voz que ya no se escucha y el chaman grita, pero sólo se escucha el latido de tu suspiro con los labios entreabiertos donde escapa un dulce susurro y al escucharte todo se detiene, el tiempo parece retroceder buscando el Este.
En un desgarrador equinoccio consumido por el salvaje aliento del frío enterrado entre las nubes, renacido al mismo tempo, confundidos día y noche en una larga travesía, excito sueños para despertarte alegría destierro los miedos entre la refulgente noche te veo aparecer con un vaporoso vestido azul allí donde reinan los rojos del amanecer, este arrebol es un árbol del Edén, con cada pieza de pecado entramos en esta noche hecha del mismo material que aquel inalcanzable mañana, en el puerto del Este, donde se guarnece del frío amanecer, excito sueños como quien con la chamuscada rama de aquel árbol en llamas enciende la televisión para ver el mundo arder, cerca del puerto del Este.
Desafías al astrofísico, en tu espectro aparecen oxigeno agua y desesperados sentidos buscando entre el ultravioleta una respuesta a su enamorado querer. Querer anhelar una gota de lluvia en la zona habitable de tu alma, rompiendo, quebrando la velocidad de la luz en cada cráter de tus ojos de luna pequeña y serenas huellas de luz reflejada en un arlequín que te pinta los labios y tu sólo sonríes, sólo sonríes -un universo entero plagado de brillantes galaxias, un paraíso, un luminoso ópalo.
Sumergir nuestra percepción en un vórtice para saludar un otoño sideral. Escalamos una flor de loto, olvidamos una triste mirada en las puertas de Tannhäuser


Deja un comentario